Dijo
el maestro Paracelso: “Todas las
enfermedades tienen su principio en alguna de estas tres sustancias: sal,
azufre y mercurio, lo cual quiere decir, que pueden tener su origen en el mundo
de la materia (simbolizado por la sal), en la esfera del alma (simbolizado por
el azufre), o en el reino de la mente (simbolizado por el mercurio)”
Si
el cuerpo, el alma y la mente están en perfecta armonía entre sí, no hay
peligro de discordancia, pero si se origina una causa de discordancia en
uno de estos tres planos, la desarmonía se
comunica a los demás.
El
SER no es el cuerpo físico; tampoco es el cuerpo vital que sirve de base Química
orgánica; ni es el cuerpo Sideral, raíz misma de nuestros deseos; ni la mente,
organismo maravilloso cuyo instrumento físico es el cerebro. El SER no es el
cuerpo de la Conciencia, en el cual se fundamentan todas nuestras experiencias
volitivas, mentales o sentimentales. El SER es algo mucho más recóndito.
Lo que es el SER, muy
pocos seres humanos lo han comprendido.
La Divinidad es la ley
dentro de nosotros.
Cuando
el hombre obedece a la Ley, no puede enfermar, la enfermedad viene de la desobediencia
a la Ley. Cuando los siete cuerpos, como si fuesen siete YOES quieren actuar
separadamente, el resultado es la enfermedad.
Veamos
un ejemplo concreto y simple: si arrojamos piedras al agua, se producirán ondas
necesariamente. Esas ondas son la reacción del agua contra las piedras.
Si
alguien nos lanza una palabra ofensiva, sentimos ira. Esa ira es la reacción
contra la palabra ofensiva, y la consecuencia puede ser una indigestión o un
dolor de cabeza, o simplemente pérdida de energías, causa de alguna enfermedad
futura.
Si
alguien frustra un plan que tenemos proyectado, nos llenamos de honda
preocupación mental. Esa preocupación es la reacción de nuestro cuerpo mental
contra la incitación exterior.
Nadie
duda que una fuerte preocupación mental produzca enfermedades a la cabeza.
Debemos
gobernar las emociones con el pensamiento, y el pensamiento con la voluntad y
la voluntad con la conciencia.
Y
debemos abrir nuestra conciencia como se abre un templo, para que en su altar
oficie la Divinidad que mora en nosotros.
Cuando
todos los actos de nuestra vida cotidiana, hasta los más insignificantes, sean
la expresión en consciencia en nosotros, entonces ya no volveremos a estar
enfermos….
No
es una tarea fácil, pero podemos enfrentarnos a nuestra ira, miedo,
frustración, viéndolo desde lejos como si fueran de otra persona, respirar y
pensar que es un reflejo de lo que no hemos resuelto.
Plutón
y Saturno nos ayudan a ver con claridad estas emociones, aprovechemos esta
conjunción tan fuerte y de ésta manera en lugar de salir y crear caos, nos ayudará
a crecer, a valorarnos y a dejar atrás a las personas
que no nos ayudan a sentirnos bien, y convivir con las aquellas que saquen lo mejor de nosotros.
Marcela Cosme
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