martes, 20 de noviembre de 2018

TODO ESTA EN MI CONTRA





Decía el poeta José Hierro que “cada poema es un fracaso y por eso mismo un estímulo para seguir escribiendo”. El fracaso sería así el motor mismo des deseo humano. No alcanzar lo que buscamos es lo que nos hace seguir persiguiéndolo.

¿Por qué, entonces, algunas personas se quedan atrapadas en esa sensación permanente de derrota?

 “Mi vida es un fracaso, yo nací en un momento equivocado”, se dice Catalina, que está hundida desde que le han dicho en su trabajo que la van a cambiar a otro departamento que a ella no le gusta nada. “Sabe” que es una forma de quitársela de en medio. Era “lo que le faltaba”. Cuando su relación de pareja de 10 años –con un hombre casado y con dos hijos que durante una década le hizo creer que dejaría a su esposa– terminó, Catalina se refugió en el trabajo. Y ahora se pregunta por qué “¿el mundo entero se ha puesto en mi contra?”.

Catalina había elegido a Raúl, su amante casado, porque coincidía con el perfil de hombre que necesitaba para satisfacer algunas fantasías inconscientes que dominaban su vida amorosa. Su padre había sido infiel toda la vida y Catalina sentía que su madre siempre había envidiado el papel de la amante. Catalina identificaba ser mujer con el papel de “la otra”.

Alienada así en un deseo de su madre, se acercó a un hombre infiel como su padre. El objetivo inconsciente era doble: de un lado, arrancar a un hombre de los brazos de otra mujer (lo que no había logrado su madre), y organizar una forma de castigo por este éxito cuando la relación llegara a su fin. Luego intentó compensar su desastre amoroso poniendo toda su energía en su profesión.

El fracaso nos enseña mucho de nosotros mismos si estamos dispuestos a aprender.

Saber enfrentarse a él constituye un indudable síntoma de salud mental. No hay historia amorosa sin alguna desilusión. La distancia entre lo que nos imaginamos y lo que llegamos a conseguir puede producir una fractura que se registra como un fracaso, si bien es esa distancia la que nos hace intentarlo de nuevo.

El camino equivocado

Ahora bien, cuando el fracaso es continuo en aspectos tan importantes como el amor o el trabajo, es que nuestro psiquismo se encuentra enfermo. Algunas personas se pueden llegar a sentir atrapadas en un destino trágico del que se sienten victimas: no tienen suerte con sus parejas, no consiguen el trabajo que quieren, siempre hay alguien que sel boicotea....En estas circunstancias la persona se encuentra atada a movimientos inconscientes que la conducen siempre por el camino equivocado. Su mundo interno está dominado por dos sentimientos que lo invaden: el de culpa y el de inferioridad. 

El mundo interno del "fracasado" está dominado por la culpa y la inferioridad

El primero, el sentimiento de culpa, es el que conduce a la persona al fracaso, porque este funciona como un castigo que alivia la culpa. Como vemos, se trata de un círculo vicioso perfecto. La culpa puede provenir de fantasías infantiles que nunca se llevaron a cabo, pero que pesan en el inconsciente como crímenes reales. En muchos casos, proviene de una fuerte hostilidad contra alguno de los progenitores, cuya muerte se ha llegado a desear.

Podemos estar pagando toda la vida adulta un crimen infantil que nunca cometimos.

El sentimiento de inferioridad se deriva del anterior. El individuo se siente inferior porque se percibe como alguien que no merece alcanzar sus objetivos. Estos objetivos, que le harían sentirse bien, están enlazados a deseos inconscientes que se consideran inadmisibles a la conciencia. Por ejemplo, si triunfar en el amor significa haber arrebatado a una madre su lugar, puede que se evite hacerlo y se fracase en la aventura amorosa. De este modo, el fracaso amoroso evita la tensión interna que la persona sufre al hacerse cargo de su deseo y esta termina castigándose a sí misma.

Con todo, el fracaso nos enseña mucho y debemos reconocerlo como algo de lo que podemos obtener un conocimiento más amplio de nosotros mismos. Nos ayuda a reconocer nuestras limitaciones de hoy y a prever nuestros actos del mañana; a insistir en lo que queremos y a comprender que el mayor éxito se encuentra en la perseverancia y la constancia; a diseñar objetivos y a aceptar la diferencia entre los ideales imposibles y los éxitos realizables; y nos ayuda también a enfrentarnos a nuestros deseos y saber hasta qué punto nos pertenecen o están dirigidos a complacer a otro.

El miedo es la máscara consciente de un deseo inconsciente.

Es conveniente:

Las claves
Reflexionar sobre lo que sentimos ante el fracaso. Si sentimos alivio, nos hemos desembarazado de algo que no queríamos pero no nos atrevíamos a dejar.
No culparnos, pero tampoco responsabilizar al destino. Somos artífices de lo que nos pasa.
Preguntarnos si nuestros fracasos lo son en función de lo que esperaban los demás de nosotros o de lo que nosotros mismos buscábamos. El peor fracaso es renunciar a nuestros deseos y luego culpar a los otros.

"La neurosis de destino"

Es el retorno periódico (lo que Freud llamó compulsión a la repetición) a una serie de hechos desgraciados a los que parece hallarse sometida una persona como si una fatalidad la persiguiera (amigos que traicionan, amores que abandonan, ingratitud de los demás...).
Se repiten los acontecimientos (o incluso su escenificación) a pesar de su carácter doloroso.
Aparecen como una fatalidad “externa” a la persona, que, aparentemente con razón, se siente víctima de los acontecimientos.



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