Decía el poeta José Hierro que “cada poema es un fracaso y por eso mismo un
estímulo para seguir escribiendo”. El fracaso sería así el motor mismo des
deseo humano. No alcanzar lo que buscamos es lo que nos hace seguir persiguiéndolo.
¿Por qué, entonces, algunas personas se quedan atrapadas
en esa sensación permanente de derrota?
“Mi vida es un fracaso, yo nací en
un momento equivocado”, se dice Catalina, que está hundida desde que le han
dicho en su trabajo que la van a cambiar a otro departamento que a ella no le
gusta nada. “Sabe” que es una forma de quitársela de en medio. Era “lo que le
faltaba”. Cuando su relación de pareja de 10 años –con un hombre casado y con
dos hijos que durante una década le hizo creer que dejaría a su esposa–
terminó, Catalina se refugió en el trabajo. Y ahora se pregunta por qué “¿el
mundo entero se ha puesto en mi contra?”.
Catalina había elegido a Raúl, su amante casado, porque coincidía con el
perfil de hombre que necesitaba para satisfacer algunas fantasías inconscientes
que dominaban su vida amorosa. Su padre había sido infiel toda la vida y
Catalina sentía que su madre siempre había envidiado el papel de la amante.
Catalina identificaba ser mujer con el papel de “la otra”.
Alienada así en un deseo de su madre, se acercó a un hombre infiel como su
padre. El objetivo inconsciente era doble: de un lado, arrancar a un hombre de
los brazos de otra mujer (lo que no había logrado su madre), y organizar una
forma de castigo por este éxito cuando la relación llegara a su fin. Luego
intentó compensar su desastre amoroso poniendo toda su energía en su profesión.
El fracaso nos enseña mucho de nosotros mismos si estamos dispuestos a
aprender.
Saber enfrentarse a él constituye un indudable síntoma de salud mental. No
hay historia amorosa sin alguna desilusión. La distancia entre lo que nos
imaginamos y lo que llegamos a conseguir puede producir una fractura que se
registra como un fracaso, si bien es esa distancia la que nos hace intentarlo
de nuevo.
El camino equivocado
Ahora bien, cuando el fracaso es continuo en aspectos tan importantes como el amor o el trabajo, es que nuestro psiquismo se encuentra enfermo. Algunas personas se pueden llegar a sentir atrapadas en un destino trágico del que se sienten victimas: no tienen suerte con sus parejas, no consiguen el trabajo que quieren, siempre hay alguien que sel boicotea....En estas circunstancias la persona se encuentra atada a movimientos inconscientes que la conducen siempre por el camino equivocado. Su mundo interno está dominado por dos sentimientos que lo invaden: el de culpa y el de inferioridad.
El mundo interno del "fracasado" está
dominado por la culpa y la inferioridad
El primero, el sentimiento de culpa, es el que conduce a la persona al
fracaso, porque este funciona como un castigo que alivia la culpa. Como vemos,
se trata de un círculo vicioso perfecto. La culpa puede provenir de fantasías
infantiles que nunca se llevaron a cabo, pero que pesan en el inconsciente como
crímenes reales. En muchos casos, proviene de una fuerte hostilidad contra
alguno de los progenitores, cuya muerte se ha llegado a desear.
Podemos estar pagando toda la vida adulta un crimen infantil que nunca
cometimos.
El sentimiento de inferioridad se deriva del anterior. El individuo se
siente inferior porque se percibe como alguien que no merece alcanzar sus
objetivos. Estos objetivos, que le harían sentirse bien, están enlazados a
deseos inconscientes que se consideran inadmisibles a la conciencia. Por
ejemplo, si triunfar en el amor significa haber arrebatado a una madre su
lugar, puede que se evite hacerlo y se fracase en la aventura amorosa. De este
modo, el fracaso amoroso evita la tensión interna que la persona sufre al
hacerse cargo de su deseo y esta termina castigándose a sí misma.
Con todo, el fracaso nos enseña mucho y debemos reconocerlo como algo de lo
que podemos obtener un conocimiento más amplio de nosotros mismos. Nos ayuda a
reconocer nuestras limitaciones de hoy y a prever nuestros actos del mañana; a
insistir en lo que queremos y a comprender que el mayor éxito se encuentra en
la perseverancia y la constancia; a diseñar objetivos y a aceptar la diferencia
entre los ideales imposibles y los éxitos realizables; y nos ayuda también a
enfrentarnos a nuestros deseos y saber hasta qué punto nos pertenecen o están
dirigidos a complacer a otro.
El miedo es la máscara consciente de un deseo
inconsciente.
Es conveniente:
Las claves
Reflexionar sobre lo que sentimos ante el fracaso. Si
sentimos alivio, nos hemos desembarazado de algo que no queríamos pero no nos
atrevíamos a dejar.
No culparnos, pero tampoco
responsabilizar al destino. Somos artífices de lo que nos pasa.
Preguntarnos si nuestros
fracasos lo son en función de lo que esperaban los demás de nosotros o de lo
que nosotros mismos buscábamos. El peor fracaso es renunciar a nuestros deseos
y luego culpar a los otros.
"La neurosis de destino"
Es el retorno periódico (lo
que Freud llamó compulsión a la repetición) a una serie de hechos desgraciados
a los que parece hallarse sometida una persona como si una fatalidad la
persiguiera (amigos que traicionan, amores que abandonan, ingratitud de los
demás...).
Se repiten los
acontecimientos (o incluso su escenificación) a pesar de su carácter doloroso.
Aparecen como una fatalidad “externa” a la persona, que,
aparentemente con razón, se siente víctima de los acontecimientos.
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