Nos guste o no, la vida es dinámica. Nada permanece estático y por eso lo que hoy es de una manera, mañana
puede ser de otra muy diferente. Aún así, superar la resistencia al cambio
se convierte en una tarea titánica para muchas personas. De hecho, algunos
empeñan demasiado esfuerzo en intentar que nada cambie.
La mayoría de nosotros
queremos ser mejores y actuamos teniendo en cuenta este deseo como un objetivo
transversal. Sin embargo, también hay momentos en los que podemos pensar si
pagar o no el precio que implica este crecimiento. Quizás sea el miedo a
fracasar o a lo desconocido, pero existe una fuera que actúa como resistencia
al cambio. De ahí que podamos permanecer mucho tiempo en un mismo punto,
aunque no nos sintamos cómodos con ello.
La resistencia al cambio es
esa fuerza que nos impulsa a mantenernos en la zona de confort. Cambiar
supone desacomodar nuestra rutina y nuestro mundo interno. También implica
acariciar lo nuevo y desafiarnos. Esto, puede causar temor. Pero siempre
hay un camino para todo. Y el de superar la resistencia al cambio tiene sus
propias claves. Estas son cinco de ellas.
1. Objetivos
emocionalmente atractivos.
A la hora de cambiar,
lo que más va a pesar en tu decisión no son las razones que impulsan la
transformación, sino las emociones que la acompañan. A veces sientes que
“debes” modificar algo, pero el deseo de hacerlo es muy pálido. En esos casos,
es muy posible que no logres mantener por mucho tiempo tu decisión de cambiar.
Por eso es muy importante que examines bien lo que
realmente deseas. Cuando una meta te
atrae genuinamente, resulta mucho más sencillo superar la resistencia al
cambio. Ahora bien, si el objetivo es muy importante para tu vida, pero no
logras enganchar tus emociones en él, quizás necesites examinar más
detenidamente que hay en el fondo. ¿Qué es lo que está obstaculizando ese deseo
de cambiar?
2. Establecer
micro-objetivos concretos.
Es muy importante que
te fijes un objetivo claramente definido. Las generalidades no ayudan para
superar la resistencia al cambio. Todo lo contrario, cuanto más difusa sea
la meta, más difícil resultara enfocar tus esfuerzos hacia su consecución. Por
eso, lo primero es delimitar el objetivo.
Lo segundo, dividir
ese objetivo en micro-objetivos. Que sean muchos, puede indicar que todavía no
has delimitado lo suficiente la meta principal. La idea es que no tengas
que realizar muchas tareas para llegar a la meta final. Subdividir este proceso
te permite procesarlo como más manejable y cercano. También detectar claramente
tus avances y experimentar satisfacción por ellos.
3. Construir una
visión, una clave para superar la resistencia al cambio.
Los estudios realizados en este campo nos dicen que
los argumentos racionales no son suficientes para superar al cambio. Podemos tener las mejores razones del mundo
para cambiar, pero estas no se convierten automáticamente en motivaciones. Por
eso se necesita un paso más.
Lo aconsejable es construir la visión de lo que se va
a encontrar después de concretar el cambio. Visualizar lo que se va a obtener y también lo que dejaría de obtenerse
si no se adelanta el proceso. En otras palabras, proyectarnos hacia el futuro. ¿Cómo
seremos nosotros, o cómo será nuestra vida si logramos cambiar? Esto sí puede
ser una gran motivación.
4. Logros a corto
plazo.
Además de subdividir
la meta en micro-objetivos, lo ideal es que estos últimos sean de corto plazo. En otras palabras, que
no te exijan demasiada inversión de tiempo. Si se deja pasar un tiempo muy
largo entre la fijación del objetivo y su realización, la motivación decae.
Por el contrario, cuando
en el corto plazo ya puedes apreciar los primeros resultados, la actitud
cambia. Te pruebas a ti mismo que, efectivamente estás modificando algo en
tu vida. Esto, por sí solo, es algo que te impulsa a seguir adelante.
5. Cambios que refuercen
la identidad, no que la nieguen.
El componente de identidad también es muy importante a
la hora de plantearnos un cambio. Muchas
veces nos resistimos a introducir una transformación en nuestra vida,
simplemente porque en el fondo no nos identificamos con ella. De hecho, hay
ocasiones en que sentimos que esa transformación atenta contra lo que somos.
Esto ocurre porque a
veces hay presiones del entorno. Sin embargo, lo que para algunos, o para
todos, es una meta loable, puede que para nosotros no. Si nos proponemos
cambiar solamente para satisfacer las expectativas de los demás, muy
probablemente nuestros esfuerzos estarán destinados al fracaso.
Estas son solo algunas de las claves para superar la
resistencia al cambio. En todas ellas
reluce, implícitamente, el factor definitivo: desear ese cambio.
En general, las personas siempre somos capaces de dar una
forma real y que nos guste a nuestros deseos. Lo conveniente entonces es
comenzar por ahí, es decir, por interrogarnos sobre lo que realmente queremos
conseguir.
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