“Tú no eres tus años.
Ni la talla que llevas.
No eres tu peso.
O el color de tu pelo.
No eres tu nombre. O los hoyuelos en tus
mejillas.
Eres todos los libros que has leído. Y todas las
palabras que dices.
Eres tu voz soñolienta en la mañana. Y las sonrisas
que intentas ocultar.
Eres la dulzura de tu risa. Y cada lágrima
derramada.
Eres las canciones que gritas tan fuerte, cuando sabes
que estás completamente sola.
Eres también los lugares donde fuiste; y el único que
(realmente) llamas casa.
Eres todo en lo que crees. Y las personas a quien
quieres.
Eres las fotografías de tu habitación. Y el futuro que
pintas.
Estás hecha de tanta belleza… Pero tal vez todo esto
se te escapa.
Desde cuando decidiste ser… Todo lo que no eres”.
- Ernest Hemingway –
Estas
preciosas palabras del escritor Ernest Hemingway nos recuerdan una verdad que
olvidamos demasiado a menudo: somos mucho más que nuestras cicatrices, que ese
pasado que arrastramos como si fuera un fardo pesado. Somos todo lo que éramos
antes de que decidiéramos capitular.
Nuestros errores no nos definen
Los errores son experiencias de aprendizaje que
podemos atesorar, pero no debemos dejar que limiten nuestro futuro. La persona
que fuiste, la persona que cometió esos errores, ya no existe. Si has cambiado
y has aprendido de la experiencia, no tiene ningún sentido que la sigas
arrastrando en forma de culpa.
Nuestra sociedad nos ha hecho creer que si cometemos
errores valemos menos como personas, pero en realidad nuestra valía se mide por
las veces que somos capaces de levantarnos y recuperarnos cuando nos caemos. No
son palabras vacías ni frases motivadoras, es una actitud y una forma de
relacionarte contigo mismo que repercutirá positivamente en todas las esferas
de tu vida.
Por eso es importante que recordemos que los únicos
que no cometen errores son aquellos que no hacen nada, que no arriesgan, que se
quedan toda la vida en su zona de confort. Quienes se lanzan a descubrir nuevos
caminos siempre cometerán errores, pero si son lo suficientemente maduros
aprenderán de ellos y mejorarán.
La terrible trampa que nos tiende
el sentido de culpabilidad
La mayoría de las personas, cuando cometen un error o
toman una decisión errónea, se sienten culpables, experimentan un fuerte
sentido de culpabilidad. Sin embargo, muy pocos dicen que sienten
remordimiento. La diferencia entre el sentido de culpabilidad y el
remordimiento no es solo terminológica sino que tiene profundas implicaciones
psicológicas.
La clave radica en que solo podemos sentir
remordimiento por algo que hemos hecho o hemos dejado de hacer. Sin embargo, el
sentimiento de culpabilidad está relacionado con algo que existe dentro de
nosotros, sentimos que algo en nuestro interior no funciona, que no está bien.
Por tanto, implica que en realidad no nos sentimos culpables por lo que hemos
hecho, o al menos no solo por eso, sino también por nuestra forma de ser.
Esa es la razón por la que el sentido de culpabilidad
es tan tenaz y no desaparece fácilmente. Mientras que el remordimiento se puede
eliminar haciendo algo que nos permita reparar el daño causado, el sentimiento
de culpabilidad es interior, es algo que creemos ser y que no se puede cambiar
con tanta facilidad.
Con el paso del tiempo ese sentido de culpa comienza a
formar parte de la personalidad, de manera que comenzamos a fijarnos únicamente
en los hechos que confirman la imagen negativa que tenemos de nosotros mismos.
Nos convertimos en víctimas de la consistencia interna, un fenómeno que nos
impulsa a asegurarnos de que nuestras creencias, actitudes y comportamientos
son coherentes entre sí. Si no es así, experimentamos lo que se conoce como
disonancia cognitiva, la cual genera una sensación desagradable de ansiedad y
tensión.
Esa es la razón por la que nos fijamos únicamente en
los errores que validan nuestro sentido de culpabilidad. De esta forma,
terminamos notando y recordando únicamente lo que nuestro sentido de
culpabilidad nos permite notar y recordar en aras de mantener la consistencia
interna.
Obviamente, ese sentimiento de culpabilidad
determinará nuestro comportamiento hacia los demás e incluso la relación que
establecemos con nosotros, creando así las condiciones para autoperpetuarse. Es
entonces cuando aparecen comportamientos de autoflagelación, pensamos que
castigándonos podremos deshacernos de la culpa, pero en realidad no es así.
¿Cómo empezar a eliminar el
sentimiento de culpabilidad?
El primer paso consiste en comprender de dónde proviene
ese sentido de culpabilidad, que generalmente tiene su origen en la infancia.
Cada vez que un padre regaña a su hijo diciendo frases como “eres un niño malo”
en vez de limitarse a reprender la mala conducta, está generando la sensación
de que existe algo malo en él.
Esa sensación es muy fuerte y nos condiciona incluso
de adultos. Por eso, el primer paso para eliminar el sentimiento de
culpabilidad consiste en comprender la diferencia entre sentirse culpable y
asumir la responsabilidad por una equivocación.
Todos nos equivocamos, algunos errores serán mayores que
otros, pero si los asumes como experiencias de aprendizajes no permitirás que
condicionen tu vida. Por eso, asegúrate de comprender que eres mucho más que
tus cicatrices.
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