Existen una especie de “códigos” que están
situados en lo más profundo de nuestras mentes en forma de creencias y de
inhibiciones que nos paralizan.
Cuenta Marianne Costa, que en un momento de
su vida escribió en un papel de pergamino: “soy una fracasada”. Después lo
firmó con una gota de su sangre y lo enterró. En ese lugar plantó una bella
flor y empezó a diseñar su realidad liberada de esa maldición. Es un acto
psicomágico, donde nos liberamos de esos
códigos que recibimos de nuestra familia.
Un contrato es un acuerdo entre dos partes
que se comprometen a dar algo y a recibir algo a cambio. Pero no todos los
contratos están sobre papel, ni siquiera son verbalizados, ni tampoco están en
el plano de la consciencia. Más aún, como en el caso de nuestro nombre, hay
contratos que aceptamos en desigualdad de condiciones porque se “sellan” en la
más tierna infancia: el niño intuye que el incumplimiento implica no ser
querido, lo que significa la muerte. Nuestro cerebro más primitivo nos dicta la
orden de obedecer ante la amenaza de ser expulsado del clan.
Muchas de las creencias que tenemos son contratos
que mantenemos con nuestro árbol genealógico, ideas que se nos han transmitido
desde nuestros bisabuelos y que no podemos cuestionar.
Por ejemplo:
“Serás abogado, como los hombres de
provecho de esta familia”.
“Eres torpe como….”
“En la vida las cosas de dejan como
se han encontrado”.
Etc…
Los contratos intelectuales son las raíces de
nuestras emociones perturbadas y comportamientos desajustados. La
psicogenealogía trata con su famosa y en muchos casos efectiva RET (Terapia Racional
Emotiva),
El
esquema de creencias tóxicas que adoptamos por lealtad a la familia, y que se
mueven en cuatro ejes fundamentales:
Si no tienes lo que necesitas, te
mueres. (“Si
mi novio me deja me muero”). La herencia tóxica es confundir la necesidad con
el deseo, ya que si no tienes alimentos te mueres, pero si te deja el novio
sigues viviendo…
Esto es horrible. (“Es horrible que tenga que cancelar mis vacaciones”). Se está juzgando
en exceso. No hay nada categóricamente malo o bueno, hay hechos que causan más
o menos dolor.
No lo soporto. (“No soporto la soledad”). Hay situaciones que matan, son insoportables.
Creer que algo es el límite entre la vida y la muerte nos hace sentir
agonizantes cada vez que eso sucede.
Si sucede algo malo es que hay un
culpable y tiene que ser condenado. La familia nos
enseña a juzgar y buscar culpables en los que descargar la responsabilidad de
lo que pase, o a culparnos a nosotros mismos.
Están también los contratos emocionales:
Suelen venir en formato de inhibiciones
emocionales, asociados a los niveles de consciencia infantiles…
“¿Para qué crecer?”- Como estás, estás bien. Esta orden mantendrá a la persona con una edad
emocional de 10 años el resto de su vida.
“Aquí somos del Madrid”.- Desde el primes mes de vida el niño es socio del club. Cuando crece no
tiene alternativa, si no le gusta el futbol o no es madridista, será
considerado como un traidor.
“No seas tonto y no tengas novia”- Quédate con tu madre…ella no te defraudará.
“La pareja es para toda la vida”- Nadie se ha divorciado jamás en nuestra familia.
Los contratos emocionales nos atan con fuerza
al pasado y fomentan las relaciones basadas en la dependencia emocional.
Disolver estos contratos es abrir al fin la puerta a la libertad de amar con un
nivel de consciencia superior.
Dentro de los contratos libidinales, están
las inhibiciones creativas y sexuales:
“El teatro-la pintura- la música, son
una pérdida de tiempo”- Es como decir que no debes
dedicarte a cosas que no son de provecho.
“Esa relación no te conviene”- Podríamos preguntarnos: ¿a quién no le conviene en realidad?
“Te casaras a los 25 y a los 26 tendrás
un hijo”- Este podría ser un contrato inconsciente que
se repite de generación en generación.
“La mujer que expresa deseo sexual es
una cualquiera”- Si el sexo es sólo un
instrumento de procreación, se le prohíbe a la mujer gozar con su energía
libidinal.
La prohibición de la homosexualidad y de las prácticas
sexuales, son contratos que al incumplirlos nos bloquean la libido o nos hace
sentir culpables y merecedores de castigo si “nos salimos del tiesto”.
Hay contratos materiales-corporales-económicos,
que nos producen inhibiciones económicas. Es necesario que encontremos los
elementos que permitan separarnos de la violencia, el miedo y de la culpabilidad...
Ejemplos:
“Eres idéntico a tu abuelo”.- Y con ello uno de los linajes toma posesión del hijo.
“No toques los botones que los romperás”- Cuando no te dejan tocar nada es porque no tienes espacio.
“El dinero es pecado”- Si nos hacen creer que el dinero es sucio, nos generará culpabilidad
ganarlo.
“El que arriesga pierde”, “Más vale
pájaro en mano que ciento volando”, “Más vale malo conocido que bueno por
conocer”.-Salir del territorio es una deslealtad
imperdonable y tenemos un miedo ancestral a no volver a ser admitidos en el
clan.
Todo esto insta a acomodarse con una pareja
que ya no aporta nada, un trabajo insatisfactorio, una casa que no es un hogar
y también una ciudad, un banco, un grupo de amigos etc. Instalados en un
territorio para siempre, porque nos han enseñado que arriesgarse es perderlo
todo, en lugar de impulsarnos a seguir nuestros deseos como sabio camino de
transformación.
Los contratos se cumplen por lealtad, pero
también por temor a las consecuencias. Digamos que hay un miedo a ser
castigados, a que se cumplan esas predicciones (maldiciones): “Si te divorcias,
te mirarán mal”, “si te haces artista, vivirás en la pobreza”.
Un acto psicomágico para sanar este tipo de
miedo al incumplimiento a lo que los padres ordenaron, consistiría en realizar
metafóricamente la predicción escenificándola delante de ellos.
Alejandro Jodorowsky, nos dice en sus 10
recetas para ser feliz: “no hay alivio más grande que comenzar a ser lo que en
realidad somos”.
Desde
la infancia nos imponen destinos ajenos. Es conveniente recordar que no estamos
en el mundo para realizar los sueños de nuestros padres, sino los propios.
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