Cuando comienzan a quebrarse, hay un extraño retiro de la realidad por una aterrada y confusa población, una incapacidad de reconocer la evidente fragilidad y el inminente colapso. Los gobiernos al final, hablan con frases y términos que no se corresponden con la realidad, mientras se retiran en sitios aislados para seguir su desenfrenado hedonismo, de acumulación de riquezas. Los recursos del planeta son explotados hasta agotarlos, y entonces se derrumba lo creado. Los imperios romano y sumerio cayeron de la misma manera, las elites mayas, después de terminar con sus bosques y contaminar sus ríos, regresaron al primitivismo.
A medida que escasean los alimentos y la escasez del agua se expande por todo el mundo, los gobiernos hacen lo que hacen siempre; crear guerras, construirse monumentos a ellos mismos, hundir a sus naciones con deuda, y cargar todo esto sobre las espaldas de los trabajadores y los pobres.
El colapso de la economía mundial se ha producido cuando la elite después de la destrucción de la base manufacturera, vendió masivas cantidades de fraudulentos valores, respaldados por hipotecas, a fondos de pensiones, pequeños inversores, bancos, universidades, al estado y a los gobiernos extranjeros y accionistas.
Las elites, para cubrir las pérdidas, “saquearon” el tesoro público para comenzar de nuevo las especulaciones. Entonces empiezan a hablar de austeridad, y comienzan a recortar servicios sociales básicos, rompen los últimos vestigios de los sindicatos, recortan empleos, congelan salarios, obligan a millones de personas a abandonar sus hogares, y se quedan de brazos cruzados cuando se crea una subclase permanente de desempleados y subempleados.
Las señales son inminentes y el sentido común debiera clamar por una respuesta a la situación, pero la carrera hacia la auto-inmolación solo se acelera, debido a una parálisis intelectual y moral. Así es como todas las civilizaciones, incluida la nuestra, se osifican y mueren.
Cuando Hernán Cortés llegó a la península de Yucatán, millones de súbditos mayas habían desaparecido. Jared Diamond escribe: “¿Por qué los reyes y nobles no se dieron cuenta de que la población estaba reduciéndose?”. La razón es que su atención estaba puesta en enriquecerse, librar batallas, erigir monumentos, y competir entre sí extrayendo todo eso del sacrificio y el trabajo de los campesinos. Así sumergidos en el poder y la ambición destruyeron y expoliaron cuanto había en la naturaleza, sin la conciencia de que al terminar con ella firmaban su propio final, y el de las próximas generaciones.
Cuando los primeros habitantes se asentaron por primera vez en las 64 millas de la Isla de Pascua, en el siglo V, encontraron agua dulce y bosques llenos de la palma de vino chilena, cuyo árbol puede alcanzar el tamaño de un roble. El mar estaba repleto de mariscos, pescados, focas, marsopas, tortugas y aves marinas.
La sociedad de la Isla de Pascua, se dividió en un complicado sistema de castas de nobleza, sacerdotes y plebeyos, en un plazo de cinco a seis siglos la población había aumentado unas 10.000 personas. Los recursos naturales comenzaron a desaparecer al tiempo que aumentaba la erosión del suelo y disminuía su fertilidad. Árboles y arbustos fueron cortados para la construcción de canoas, leña, construcción de viviendas, y para las maderas y cuerdas necesarias en el movimiento de la erección de las estatuas. Las ratas introducidas como alimento, se alimentaban de los frutos de la palma, y se multiplicaron rápidamente, impidiendo completamente su regeneración.
La sobreexplotación de los recursos del mar hizo que estos se fueran eliminados todos, menos los de los islotes, las ratas podrían haber contribuido a ello consumiendo sus huevos. Toda esta abundancia de alimentos hizo que la población creciera, ejerciendo presión sobre la disponibilidad de las tierras, lo que dio lugar a conflictos y guerras. El resultado de todo esto podría haber sido una hambruna general, guerra y colapso de la economía en su conjunto, dando lugar a una marcada disminución de la población. Los clanes, en el último periodo de la civilización de la Isla de Pascua, compitieron para honrar a sus antepasados construyendo más y más imágenes de piedra labrada, que exigía los últimos restos de la madera, cuerda y la mano de obra en la isla. Para el año 1400, los bosques habían desaparecido. El suelo se había erosionado y lavado hacía el mar, los isleños empezaron a pelear por las maderas viejas y quedaron reducidos a comerse a sus perros y pronto a todas las aves que anidaban.
Los desesperados isleños desarrollaron un sistema de creencias que postula que los dioses erigidos de piedra, los mohair, cobrarían vida y los salvarían del desastre. Este último refugio en la magia caracteriza a todas las sociedades que entran en su fase terminal.
Pensamos que de alguna manera hemos escapado de las debilidades del pasado. Estamos seguros de que somos más sabios y más grandiosos que aquellos que estuvieron antes que nosotros. Confiamos ingenuamente en la inevitabilidad de nuestra propia salvación. Y los que atienden esta falsa esperanza, sobre todo porque las cosas se deterioran, reciben nuestra adulación y alabanza.
Esta vez, cuando colapsemos, será a nivel mundial. No hay nuevas tierras para el saqueo, ni más pueblos para explotar. La tecnología, que ha borrado las limitaciones de tiempo y espacio, ha convertido a nuestra aldea global en una trampa mortal. El destino de la Isla de Pascua será repetido en grande a través de la amplia extensión del planeta Tierra.
Los seres humanos parecen condenados a repetir los ciclos de explotación y colapso.
Compilado de un artículo de
Chris Hedges
Chris Hedges
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