Nos hemos acostumbrado a la enfermedad como si fuese una entidad invasora de nuestro cuerpo. Pero en realidad la enfermedad es una señal del organismo para indicarnos que es necesario un cambio, por eso nos paraliza, nos “detiene” de nuestra envolvente rutina, para que podamos restablecer el equilibrio perdido.
Tengamos presente siempre, que todo lo que le
ocurre a nuestro cuerpo, incluida la enfermedad, somos nosotros mismos, no
tenemos ninguna enfermedad, porque todo está ocurriendo en un mismo organismo
compuesto de células. En nuestro interior no hay separación; somos seres
electromagnéticos, un manojo de neuronas interactuando con el resto de células.
Por lo tanto, la división no existe, no “tenemos” ningún reuma, somos el reuma,
y este nos estaría indicando donde y que tipo de “problema” tenemos, nos está
dando información de procesos que no estamos haciendo bien, y por falta de
conciencia no nos enteramos.
Las enfermedades que desarrollan los organismos
podrían ser el reflejo codificado de un estrés psíquico personal o heredado de
nuestros progenitores, ahondar en el origen simbólico de la enfermedad,
serviría para curarla.
En algunos países europeos está bastante
extendida una forma diferente de comprender la enfermedad. Unos le llaman
decodificación biológica, otros, biología total.
Olivier Soulier, un médico francés especialista
en esta terapéutica asegura que “las enfermedades deben comprenderse como la
interacción de dos fuerzas ancladas en lo más hondo de la existencia”. Se trata
de la biología y el espíritu o si se prefiere, el cerebro y el corazón. Quizá
resulte más familiar para la mayoría hablar de somatización, pero la simbología
va un poco más lejos.
Los síntomas y los signos de la alteración son
las palabras de un alfabeto de símbolos en las que se encierra su causa y
también su tratamiento. Algo así como un jeroglífico tras el que se oculta la
respuesta para la curación. Cada patología lleva un mensaje muy preciso al que
la padece, un mensaje sobre su propia existencia como individuo y como parte de
una familia.
Tal vez pueda resultar extraño para muchos, pero
al observar con más detalle hasta nuestro propio lenguaje confirma la idea de
la simbología. Cuando algo nos disgusta exclamamos “no lo trago” o “no puedo
digerirlo”. Se habla de mala bilis o se dice “me repatea el hígado” para
referirnos a estados de cólera. Pues bien, todas esas expresiones reflejan
exactamente el simbolismo físico de las emociones.
Esta forma terapéutica es
absolutamente individualizada, pero hay algunas reglas más o menos generales.
Los trastornos del tracto digestivo tienen mucho que ver con la aceptación de
lo que viene del exterior. Los matices dependen absolutamente de la vivencia de
cada persona. Pongamos un ejemplo simple. Una mala jugada puede vivirse como
algo imposible de tragar o como un asunto difícil de digerir. En el primer
caso, se manifestaría como una alteración de la garganta y en el segundo en
forma de malestar digestivo, vómitos…
En lo que se refiere al hígado y la bilis, la
simbología asocia la cólera y la rabia a la función hepática. Incluso la
ciencia experimental está empezando a confirmar lo que predica la biología
total. Recientemente se ha encontrado una relación entre la pérdida de masa
ósea y la depresión. Simbólicamente la pérdida de hueso está asociada a un
sentimiento de desvalorización.
Robert Poskin utiliza una imagen que ilustra muy
bien lo que se oculta en nuestras redes neuronales. “El cerebro automático es
el disco duro de un ordenador en el que se han instalado los programas de la
supervivencia animal, de la especie y de nuestra genealogía. En el momento que
se enciende el ordenador, el nacimiento, hay programas que se ponen en marcha
de forma automática. Después están los programas que se abren con un doble
clic.”
Éstos se van insertando con las experiencias de
la vida, las expectativas que se ponen sobre nosotros, las creencias que vamos
acumulando o heredando. El doble clic lo da un acontecimiento vital estresante
que despierta todos los anteriores. La enfermedad física es la mejor solución
de supervivencia porque disminuye drásticamente el estrés psíquico que de otro
modo sería insoportable para nuestro cerebro. Veamos un ejemplo sencillo del
funcionamiento del doble clic. La piel es el mayor órgano del organismo, más de
dos metros cuadrados de superficie para el interactuar con el exterior.
Simboliza pues el contacto.
Cuando un bebé sufre estrés debido a la
separación de su madre después del parto es altamente probable que desarrolle
un eccema. Ese bebé, cuando más tarde a lo largo de su vida experimente otra
situación de separación, real o imaginaria, revivirá inconscientemente el
momento en que le separaron de su madre y muy probablemente tendrá un brote de
eccema.
Otro ejemplo de la lógica biológica. Cuando una
experiencia es difícil de digerir, el cerebro automático que, una vez más, no
distingue entre real, imaginario o simbólico manda a las células del estómago
el mensaje ‘multiplicaos para que podamos digerir el trozo y tener una
posibilidad de vivir’. Y las células comienzan a dividirse. O sea que una
posible solución de supervivencia inmediata sería desarrollar un cáncer de
estómago. De hecho, se ha comprobado que la mucosa digestiva tumoral es 10
veces más eficaz para digerir que la normal.
En definitiva debemos de empezar a QUERERNOS
mucho más. A estar por la labor de darnos más confianza a nosotros mismos, ya
que todo está ocurriendo en un mismo organismo -el de cada uno- y si atendemos
a la cuántica está en nosotros la semilla de la propia CONCIENCIA. Somos
Conciencia. Por tanto, ese “cuerpo” superior si sabe lo que hace. Hay que
cambiar el “chip” y observar, asociar y meditar lo que queremos decirnos
mediante la enfermedad.
Pero no luchemos contra nosotros mismos. Inmersos
en pleno proceso de enfermedad y por tanto de mayor vulnerabilidad, eso ¡debe
de ser lo último que hagamos! Demos a nuestras células razones para seguir
viviendo de forma equilibrada y armónica; no restemos, en definitiva. Porque la
Conciencia lo único que está haciendo es ALUMBRAR espacios internos que
permanecen en la sombra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario