Cada uno tenemos un camino evolutivo y unas cosas que aprender. Es como una escuela: unos cuantos años en primaria, otros en secundaria, otros más en la universidad, etc. Vamos estudiando, vamos pasando de curso, vamos aprendiendo y evolucionando.
La escuela de la vida es parecida, por usar la analogía. Pero las lecciones son mucho más largas, profundas, adaptadas y especiales para cada uno de nosotros, y puede llevarnos muchas vidas pasar de un curso a otro, incluso en las lecciones más fáciles en los "primeros años" de estudio. En la escuela de la vida lo que aprendemos son cosas como el perdón, la compasión, el amor, la amistad, la humanidad, la alegría, la tristeza, la rabia, la libertad, etc. Las lecciones no pueden evitarse, y a nadie le importa más que a ti que las aprendas y pases a la siguiente de ellas.
Quizás en estos momentos tu lección sea aprender a perdonar, y te sucederán muchas, pero muchas cosas, en las cuales te verás enfrentado a la decisión de perdonar, o no, a otros, por cosas que te han hecho. Porque además estarás vibrando a una frecuencia en la cual atraerás todo tipo de situaciones de este tipo. Y así, de esta forma, te aparecerán cientos de situaciones que tendrán como denominador común aquellos temas que tengas que aprender.
Lo malo es que no sabemos identificar precisamente la raíz común de las cosas que nos pasan a grandes rasgos. Pensamos que tenemos relaciones desastrosas en las cuales siempre salimos mal parados y no nos damos cuenta que en todas ellas se nos daba la oportunidad se abrirnos a la otra persona. De forma que cuando una relación se terminaba, el imán que somos nos mandaba otra similar para volver a darnos la oportunidad de aprender lo que tenemos que aprender.
En el instante en que aprendemos la lección, nuestra frecuencia cambia, se modifica, deja de atraer hacia nosotros ese tipo de eventos, porque ya no es necesario, y nuestro imán se focaliza en el siguiente tema a superar. Por eso cuando en nuestra vida parece existir un tema recurrente en todo lo que nos pasa,hemos de indagar cuál puede ser la raíz común y descubrir lo que hemos de aprender.
En todas y cada una de las situaciones cotidianas tenemos en cada instante el poder de decidir que hacer con ellas.
Es elección nuestra enfrentar el tema, aprenderlo, integrarlo y seguir adelante o dar la vuelta, girar a la izquierda, mirar a otro lado, etc. Puedes seguir actuando así siempre que quieras, hasta el momento en que llegará a nuestra vida un evento que parece no dejarnos ir marcha atrás o no tener más salida que ir hacia delante. El destino, actúa, lo tenia planificado desde el momento que naciste, y ahora lo coloca en tu camino, para que tú, con tu libre albedrío, y siguiendo a tu intuición, sepas que es por ahí por donde tienes que ir.
Uno puede encontrarse etapas del camino donde se sienta tan a gusto que es posible que decida que ahí es donde se quiere quedar. No hay problema, por cuanto es nuestra decisión y seremos nosotros quien evaluemos al final si fue una buena decisión o no.
De todas maneras, el universo estará siempre mandándonos señales y empujándonos en cierta forma para que cumplamos aquello que nos propusimos al nacer. Y es que si prestamos atención a nuestra vida, si hacemos caso a las señales, llegaremos rápidos y de forma fácil a todos los puntos importantes.
Saber reconocer las señales requiere estar atento a esas intuiciones, a esas personas que nos encontramos y de repente nos dicen tal o cual cosa, a esos libros que llegan a nuestras manos, etc. Hay mil formas de recibir un mensaje, Cuanto más aprendemos a reconocerlos, más patentes se hacen. Es un bucle maravilloso que hará que nuestra vida cambie.
Sea cual sea nuestros objetivo en esta vida, lo importante es seguir siempre adelante, disfrutando del camino, y cuando las cosas no van bien, pararse y preguntarse si es que hemos llegado en nuestro laberinto particular a un punto en el cual debemos andar un poco para atrás y retomar otra senda.
En todo caso, en cada encrucijada nos esperan nuevas sorpresas y nuevas lecciones, y a veces, los obstáculos, no son más que pequeñas vallas para que aprendamos a saltar, ya que detrás de ellas se encuentra una situación mucho mejor de lo que jamás podríamos llegarnos a imaginar desde el otro lado del muro.
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