miércoles, 20 de enero de 2021

MITOS SOBRE EL AMOR



Damos por sentado que cualquier actividad que nos interesa nos va a exigir un esfuerzo: estudiar una carrera, aprender informática, practicar deporte, etc. Por el contrario, también damos por sentado que con el amor nos sucede igual; que basta con sentirlo para que todo se construya por sí solo.

Es importante poner en tela de juicio el mito de que el amor es altruista, de que lo entrega todo sin esperar nada a cambio. La propia naturaleza del ser humano persigue recompensas, en mayor o menor grado, por aquello que realiza; podríamos decir que casi nada se hace de forma gratuita. Hasta el amor menos sospechoso de ser interesado, como es el materno, encuentra una retribución a su generosidad: el placer de ver reaccionar al hijo y verle crecer proporciona a la madre la gratificación que necesita

Otro de los mitos comunes es pensar que nuestro amor será el aliciente necesario para que la persona que amamos cambie y se convierta en lo que consideramos como ideal. Si bien es cierto que el afecto refuerza la autoestima y, con ella, se dejan de lado muchas emociones negativas, lo cual permite acercarse más a la perfección, hay matices y actitudes que, por mucho que amemos, en el otro no van a cambiar.

De ahí que sea tan importante aceptar también los defectos de la pareja, no solo sus virtudes; emocionarse con sus debilidades mediante la comprensión y la empatía y admitirlo como ser integral en el cual vienen mezclados las virtudes y defectos, al igual que sucede con nosotros.

El amor, aún en el mejor de los casos, alberga una esperanza de reconocimiento y en el caso de la pareja, aspira a ser correspondida.

Es frecuente creer que la pareja responderá a todas las expectativas que, desde los comienzos, hemos puesto en ella; expectativas basadas no sólo en una entrega recíproca de afecto y ternura sin que la mayoría de las veces, van mucho más allá: posición económica, reconocimiento social, brillo académico, etc., porque creemos que eso será lo que nos lleve a sentirnos felices.

Sin embargo, la dicha surge básicamente de la paz con uno mismo, contar con la suficiente sensibilidad para comprender y amar, de la capacidad de divertirse juntos, de los proyectos en común y de permitirnos desarrollar al máximo nuestras propias potencialidades al tiempo que permitimos al compañero hacer otro tanto.

Una casa más grande, o más pequeña, un modelo de coche u otro, pueden representar chispazos de alegría o felicidad, pero se mantienen lo que dura la novedad. Pasada está, querremos más de lo mismo y así, corriendo como el burro tras la zanahoria, dejamos de lado elementos muchísimo más importantes que son los que, en definitiva, nos permitirán sentirnos realmente plenos, integrados y, sobre todo, juntos.

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