Nacemos cuando morimos y morimos cuando nacemos...
Al nacer dejamos atrás una existencia, otra realidad,
otra forma de expresarnos, de Ser, por lo tanto morimos, y al morir dejamos esta existencia física y tomamos otra más sutil,
más liviana y sencilla, por lo tanto nacemos nuevamente.
La muerte es una frontera que cruzamos constantemente, es
un límite que nos trasforma siempre y muda en nosotros totalmente todo nuestro
Ser.
Diariamente vivimos constantes muertes, cada día algo en
nuestro interior se renueva, muere y se transforma. Superamos ciclos, quemamos
etapas, morimos y volvemos
a nacer completamente transformados.
Esto también le sucede a nuestra mente, que según va
madurando, va naciendo y muriendo, se transforma y nos trasforma como personas,
creando un carácter y una personalidad definidas, una forma de pensar y de
entender, que si realmente somos inteligentes, jamás quedara inalterable.
Al crearnos nuestro rol, este es formado por el esqueleto que tu educación y la tradición, que arrastras por tus vínculos sanguíneos.
Al crearnos nuestro rol, este es formado por el esqueleto que tu educación y la tradición, que arrastras por tus vínculos sanguíneos.
Posteriormente ese esqueleto se va musculando con
todas las creencias, y todo ello es alimentado por un sistema circulatorio
lleno de incertezas y miedos.
Parimos al mundo ese personaje que mostramos como
parapeto ante posibles
decepciones y fracasos. Este pelele es parcheado y
remendado según vamos sorteando todas y cada una de las batallas que la vida
social nos pone delante.
El dolor y el sufrimiento acaban curtiendo la piel de ese
muñeco que nos representa, y que constantemente piensa y dice, lo que se espera
de él.
Ese somos nosotros, el que nuestros padres desean
tener como hijo, el que nuestros maestros querrían tener como alumno, el que
nuestros amigos quieren tener como amigo y el que nuestra pareja desea tener
como amante.
Ese, es todo lo que somos, somos como los demás
esperan que seamos, pero ¿realmente sabemos cómo somos?
Supongo que la mayoría respondería afirmativamente
engañándose así mismos, sacando ese pelele que tantos palos se llevó y que
tanto amortiguó nuestras caídas, pero mintiéndonos no averiguamos lo que somos
realmente...
Crees que sabes lo que eres, pero al final es solo
una creencia más, una creencia solapada a otras tantas que hay en tu haber y
que crees que te identifican y te definen.
Finalmente, afrontar la realidad: es darse cuenta que
solo vivimos para cumplir expectativas, pero que nunca supimos cómo crear las
nuestras.
Afrontar que nunca nos encontramos y que nunca nos
conocimos, supone un proceso de muerte brutal.
Muerte porque a partir de ese instante, muere ese
personaje que encarnamos en el pasado, muere el pelele que salió en nuestra
defensa y mueren definitivamente, todos esos sueños y esperanzas ajenas, que
fuimos esforzándonos por cumplir.
Mueren las expectativas y con ellas, las metas y
los logros que no nos definían como personas.
Es una muerte intelectual, una muerte mental, donde
enterramos a alguien que nunca fuimos nosotros, pero que nos permite nacer de
nuevo y brindarnos la oportunidad de empezar a conocernos y ser quien realmente
somos, cumpliendo nuestros propios sueños, consiguiendo nuestros propios logros
y superando nuestras propias metas.
Desde ese instante serás una persona nueva para el mundo y todo lo que te rodea morirá para ti: tu familia deberá transformarse para conocerte de nuevo, para conocer quien eres realmente, que habla diciendo lo que quiere escuchar de sus propios labios y que piensa lo que su propio corazón le dicta, sin influencias ni impostaciones, solo tú y tu nueva forma de ser tú.
Desde ese instante serás una persona nueva para el mundo y todo lo que te rodea morirá para ti: tu familia deberá transformarse para conocerte de nuevo, para conocer quien eres realmente, que habla diciendo lo que quiere escuchar de sus propios labios y que piensa lo que su propio corazón le dicta, sin influencias ni impostaciones, solo tú y tu nueva forma de ser tú.
Has nacido, y como todo parto es doloroso y requiere
adaptarse y aprender desde cero...
Pero el esfuerzo merecerá la pena, porque ya no
habrá nadie mas que tú, para criticar lo bien o lo mal que lo hagas cuando te
equivoques, ya no existirá el error, solo el ensayo, el perpetuo entrenamiento,
para refinar tus dones y tu personalidad.
Ser tú, es costoso y probablemente doloroso, ya no
hay coraza y estas expuesto constantemente...
Pero pronto sabrás impermeabilizar tu corazón de
toda la negatividad, que la envidia despertará en aquellos que no se atrevieron
a morir y renacer como lo hiciste tú...
Rubén Torres
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