La supresión y la represión, son las formas más comunes de
tapar los sentimientos y dejarlos a un lado. En la represión, esto sucede
inconscientemente; en la supresión,
ocurre de modo consciente. No queremos que nos molesten nuestros sentimientos
y, además, no sabemos qué hacer con ellos.
Sorteamos el sufrimiento que nos producen y tratamos de
seguir funcionando lo mejor posible.
Elegimos los sentimientos que serán
suprimidos o reprimidos en conformidad con los programas conscientes e
inconscientes que llevamos con nosotros por costumbre social o educación
familiar. Luego, la presión de los sentimientos suprimidos se manifiesta como
irritabilidad, cambios de humor, tensión en los músculos del cuello y la
espalda, dolores de cabeza, calambres, trastornos menstruales, colitis,
indigestión, insomnio, hipertensión, alergias y otras condiciones somáticas.
Reprimimos un sentimiento cuando nos produce tanta culpa y
miedo que ni siquiera podemos afrontarlo. Apenas amenaza con emerger es lanzado
instantáneamente al inconsciente. Más adelante, el sentimiento reprimido será
gestionado de diversas maneras para asegurar que siempre se mantenga fuera de
la conciencia.
De los mecanismos utilizados por la mente para mantener el
sentimiento reprimido, la negación y la proyección son quizá los más conocidos,
ya que tienen a ir juntos y a reforzarse mutuamente. La negación deriva en
bloqueos importantes de las emociones y la maduración. Generalmente, va
acompañada por el mecanismo de la proyección. Como consecuencia de la culpa y
el miedo, reprimimos el impulso o el sentimiento y negamos su presencia en
nosotros.
En lugar de sentirlo, lo proyectamos sobre el mundo y los
que nos rodean. Experimentamos la sensación de que les pertenece a “ellos”.
Entonces ellos se convierten en el enemigo, y la mente busca y encuentra
justificación para reforzar la proyección. La culpabilidad se sitúa en las
personas, los lugares, las instituciones, los alimentos, las condiciones
climáticas, los acontecimientos astrológicos, las condiciones sociales, el
destino, Dios, la suerte, el diablo, los grupos étnicos, los extranjeros, los
rivales políticos y otras cosas fuera de nosotros mismos.
La proyección es el principal mecanismo utilizado en el
mundo de hoy. Es el responsable de todas las guerras, los disturbios y los desórdenes
civiles. Incluso se anima a odiar al
enemigo para convertirse en un “buen ciudadano”. Mantenemos nuestra autoestima
a costa de los demás y, con el tiempo, esto deriva en descomposición social. El
mecanismo de la proyección subyace a los ataques, la violencia, la agresión y
demás formas de destrucción social.
Dr. David R. Hawkins.
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