viernes, 13 de abril de 2018

PALABRAS QUE DUELEN





Hay palabras que duelen, que consuelan, palabras vacías, balsámicas, mortíferas…y silencios aterradores. ¡Qué importantes son las palabras!


Las palabras nos hacen y nos deshacen.


Nos hacen felices cuando recibimos la aprobación de los demás y nos deshacen cuando nos humillan o insultan. Ayudan a nombrar la pena y también el amor. Nos acercan a un amigo o nos alejan de él. No se ven, pero se sienten, pesan en el ánimo. Somos seres de palabra. Sin ellas no podríamos nombrarnos, no sabríamos quienes somos ni cómo comunicarnos con los demás.


Quien agrede se cree poderoso. El agredido ignora que es solo un disfraz. Cuando las palabras ofensivas hacia la pareja son habituales, estamos ante un problema de violencia verbal que no deja huellas físicas, pero sí heridas invisibles muy potentes. Las amenazas, los gritos, los insultos, las descalificaciones, los desprecios, las burlas, las humillaciones, y las criticas permanentes dejan cicatrices.


Hablamos de una violencia oculta, que suele ejercerse en el ámbito doméstico.

El que agrede verbalmente se cree poderoso. La persona  agredida también suele verlo fuerte, porque ignora que, en realidad, esa agresividad es un disfraz. Isaac Asimov expresaba muy bien la principal característica psicológica del agresor: “La violencia es el último recurso del incompetente”. Y así es el violento: un incompetente que no quiere reconocerlo y que proyecta la debilidad propia en su pareja.

¿Qué nos pasa?


1º- Se puede soportar la violencia verbal para pagar una culpa inconsciente que proviene de deseos y fantasías infantiles que nunca se realizaron.


2º- La mujer que se deja agredir verbalmente tiene idealizada a su pareja y no se defiende porque ha adoptado la posición de víctima.


3º- La violencia verbal es peligrosa, ya que puede derivar en otra más grave. Si se sostiene en el tiempo, se disculpa al agresor y se queda sometido a sus palabras.


¿Por qué se le quita importancia a la violencia verbal? ¿Por qué se banaliza, con el argumento de que no se quería decir lo que se dijo?


La pareja se construye según un acuerdo inconsciente.

Cada componente de ella desarrolla partes de uno mismo que el otro necesita y, renuncia a partes propias que proyecta sobre el otro. Si la mujer no se atreve a defenderse o a ser agresiva, proyecta su agresividad en la pareja y soporta sus insultos. El hombre, por su parte, si no soporta sus debilidades las proyecta en la mujer y la ataca porque la ve frágil.


El abuso verbal puede hacerse con una sonrisa, que disfraza la hostilidad.


En la pareja, puede que el hombre sea muy narcisista, dependiente de su madre, por lo que necesita minusvalorar a su mujer para no sentirse un niño en sus manos, además rivaliza con ella, porque su identidad masculinidad masculina se tambalea.


Por su parte, la mujer puede estar identificada con un padre débil al que quiere mucho. Y tiene una relación muy conflictiva con una madre dominante, a la que no quiere parecerse. Siempre ha sido, inconscientemente, muy ambivalente ante la debilidad del padre. La rabia que siente hacia él, y que conscientemente niega, la hace sentirse culpable y por esa culpa soporta la supuesta fortaleza de la pareja. En alguna medida, se deja castigar. Ambos rechazan de sí mismos aspectos que no les gustan, poniéndoselos en el otro.

Ella asume la debilidad de él y no pone en práctica su fuerza porque se ha identificado con su padre.

Él rechaza su debilidad, porque su identidad masculina es precaria.

El abuso verbal puede ser directo o sutil, y los comentarios se pueden hacer de manera agresiva, pero también se pueden realizar con una sonrisa. Cuando se abusa cariñosamente es más difícil defenderse, porque las formas disfrazan la hostilidad.

El que ejerce la violencia verbal ve a su pareja como un adversario al que hay que atacar. La juzga y la crítica, y puede manipular la situación diciéndole que lo hace por su bien, para que se dé cuenta de cosas. Pero lo que de verdad quiere es descalificarla.


¿Qué podemos hacer?


Es importante que la persona agredida  se pregunte por qué no frena la violencia verbal. Reflexionando sobre la posición que se tiene en relación al otro, se puede cambiar y dejar se someterse a una violencia invisible y dañina.


·         Conviene revisar cómo ha sido el trato recibido en la infancia. Las palabras que nuestros padres nos han dirigido y la relación con ellos tienen una gran influencia en las características que adquieres y los vínculos que construimos en la vida adulta.

Isabel Menéndez

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