Me gusta la gente autentica y directa, esa que si te extraña te busca, si
te quiere lo expresa y si algo le molesta lo dice. Sin rodeos. Siempre he
preferido las distancias honestas que las cercanías hipócritas.
Sin embargo, en el mundo hay personas hipócritas. Y tenemos que aprender a
lidiar con ellas. La hipocresía es la inconsistencia entre lo que se dice y lo
que se hace. De cierta forma, es una manera de esconder o reprimir los
verdaderos deseos, pensamientos y emociones para adaptarse a las expectativas
del entorno o sacar provecho.
Aunque quizá la mejor definición de la hipocresía proviene del político
estadounidense Adlai E. Stevenson: “Un hipócrita es el tipo de persona que
cortaría una secuoya, montaría un escenario y luego haría un discurso sobre la
preservación de la naturaleza”
LOS 3 TIPOS DE HIPOCRESÍA
1. Duplicidad moral. Se refiere a las personas que citan continuamente
motivos irreprochables pero en realidad no obran según esas reglas morales. Por
ejemplo, una persona puede hablar continuamente de la importancia de ayudar al
prójimo pero cuando llega el momento de tender la mano mira hacia otro lado.
2. Estandartes de doble moral. Se refiere a quienes son laxos a la hora de juzgarse
pero aplican un duro rasero al juzgar a los demás. Es la clásica persona que puede
ver la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el ojo propio.
3. Debilidad moral. Se trata de personas que entran en conflicto con sus actitudes debido a lo
que se conoce como disonancia cognitiva. Por ejemplo, esa persona puede hablar
de la importancia de ir a votar pero el día de la votación no acude a las
urnas. En este caso lo que falla es el autocontrol, esa persona en realidad
cree lo que dice, pero a la hora de llevarlo a la práctica no tiene la fuerza
de voluntad suficiente, aunque no se atreve a reconocerlo públicamente, por lo
que sigue dando lecciones morales.
¿Por qué las personas son hipócritas?
Es probable que en tu entorno conozcas a más de una
persona hipócrita. Y también es probable que te preguntes cómo es posible que
parezca no darse cuenta de la inconsistencia entre sus palabras y sus acciones.
La explicación a este fenómeno llega de la mano de la
psicóloga Patricia Linville quien trabajaba en la Universidad de Yale y a
mediados de 1980 acuño el término “autocomplejidad”. Su hipótesis es que
mientras menos compleja sea la representación cognitiva del “yo”, más extensas
serán las fluctuaciones del estado de ánimo y las actitudes de la persona.
En otras palabras, algunas personas tienden a percibirse desde
una perspectiva muy limitada, por ejemplo, se definen a través de una serie de
roles que desempeñan, de manera que piensan que son una “madre abnegada” o un
“directivo de éxito”. El problema es que tener una definición de nosotros
mismos tan limitada hace que seamos inestables psicológicamente y nos impide
lidiar con las contradicciones propias de la complejidad, de la personalidad y
del entorno.
Algunas personas dicen una cosa y hacen otra. Sus
comentarios provienen de una representación del “yo” completamente separada del
“yo” que actúa en otras circunstancias. En la práctica, las personas hipócritas
solo intentan mantener inmune la identidad simple que han construido separando
sus palabras de sus acciones.
En el caso de los políticos, por ejemplo, es usual que
mantengan un discurso conectado con su “yo político” mientras hacen algo
simétricamente opuesto en su “yo empresarial” o “familiar”. De esta forma
logran salvar sus diferentes “yos”, porque no son capaces de integrarlos.
No todas las personas viven en ese estado de
“desconocimiento hipócrita”. También hay quien aprende a sacarle partido a la
hipocresía, sobre todo cuando se da cuenta de que seguir ciertas ideas no es
práctico ni ventajoso. Estas personas no tienen problemas en proclamar algo y
hacer justo lo contrario, si piensan que es más conveniente. Pero tampoco
reconocerán su hipocresía ya que es demasiado doloroso y representaría un gran
golpe para su “yo”, por lo que aducirán que han obrado movidos por las
circunstancias.
5 comportamientos
que delatan a las personas hipócritas.
1. Siempre están
dispuestos a castigar a alguien. Su “elevado” rasero moral hace que siempre
apunten el dedo acusatorio contra alguien, e incluso pueden estar dispuestos a
humillar a esa persona públicamente. Se trata de una estrategia de compensación
a través de la cual intentan centrar la atención en el otro para que no caiga
sobre sus discrepancias y comportamientos.
2. Tienen un aura
de superioridad moral. Las personas hipócritas suelen estar a medio camino
entre el narcisismo y la superioridad intelectual. Su nivel de arrogancia puede
hacer que cuando te relacionas con ellas te sientas como alguien de nivel
inferior, inmaduro o no lo suficientemente bueno. Estas personas no dudaran en
reprender cualquiera de tus acciones, palabras o actitudes.
3. Las reglas nunca
se aplican a ellas. Las reglas y las normas existen, pero solo para los
otros. Las personas hipócritas creen que como tienen un sentido innato del
derecho y la moral, están por encima de la ley.
4. La culpa nunca
es suya, siempre tienen una excusa a mano. Las personas hipócritas no
suelen reconocer sus discrepancias y errores, incluso ante la evidencia. Estas
personas no se disculpan ni admiten su responsabilidad sino que recurren
continuamente a excusas. Para ellas, las circunstancias siempre son un
atenuante, y los errores nunca son suyos.
5. Haz lo que digo,
no lo que hago. Esta podría ser la máxima por la que se guían las personas
hipócritas. Sus acciones casi nunca coinciden con su discurso. Esto se debe a
que su principal motivación es quedar bien y cumplir con las expectativas.
¿Por qué nos
molestan tanto las personas hipócritas?
La respuesta, o al menos una parte de ella, proviene de un
estudio realizado en la Universidad de Yale. Estos psicólogos descubrieron que
lo que más nos molesta de las personas hipócritas no es la inconsistencia entre
sus palabras y sus acciones sino que sus proclamaciones morales son falsas y
pretenden hacerse pasar por personas más virtuosas de lo que son.
En la práctica, no nos gustan las personas hipócritas
porque nos decepcionan. De hecho, se ha comprobado que solemos creer y preferir afirmaciones morales o que
impliquen cierto grado de generalización para explicar los comportamientos. Por
ejemplo, si una persona abandona un proyecto, preferimos la explicación “no
tiene sentido gastar más energía” que “no quiero gastar más energía”. Por eso,
cuando descubrimos la verdad nos sentimos más defraudados y engañados.
Esto significa que, en cierta forma, nosotros también
contribuimos a que la hipocresía perdure a nivel social. De hecho, incluso en
ciertas situaciones puede ser que nos hayamos comportado de manera hipócrita
para intentar dar una mejor imagen de nosotros mismos.
Por eso, la mejor manera de luchar contra la hipocresía
consiste en ser auténticos y comprender que dentro de cada uno de nosotros
existen muchas contradicciones. No necesitamos cumplir las expectativas de los
demás ni tenemos que convertirnos en predicadores de la moral. Vive y deja
vivir.
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