Los seres humanos somos animales domesticados. Antes de que
naciéramos, el sueño del planeta ya existía, con todas sus normas, creencias y
esperanzas. Un ser humano normal, puro, seria todavía libre, como lo fue en la
infancia antes de la culturización, entre el año y medio y los tres años de
edad, aproximadamente. Es entonces cuando ha desarrollado lo suficiente la
mente como para comprender lo abstracto y controlar en buena medida el lenguaje
para comunicarse con otros seres humanos.
Sin embargo, el proceso de educación todavía no ha tenido
lugar. Este pequeño ser humano sigue su tendencia normal a jugar, explorar, reír
y disfrutar de la vida. Casi todas las emociones del niño proceden del amor, es
libre y vive el presente. No le preocupa el ayer, tampoco el mañana. Los
adultos viven inmersos en el pasado, y están tan preocupados por intentar
labrarse un futuro que eluden el presente.
El sueño espera para enseñar al niño pequeño como
incorporarse al sueño del planeta. Nuestros padres, hermanos mayores,
profesores, la escuela, la religión, la sociedad etc… contribuyen a mantener
vivo el sueño a través de la culturización. Esta se impone con la recompensa y
el castigo. Mama y papá nos domesticaron del mismo modo que los domesticaron
a ellos. Nos introdujeron a los conceptos del bien y del mal con recompensas para el uno y castigos para el
otro.
Por lo general, cuando se nos castiga sentimos que es
injusto y nos rebelamos. Eso abre una brecha en nuestra mente, y el resultado
de esa herida es que producimos veneno emocional, no físico. Y ese veneno
emocional llega a nuestra mente. El miedo aparece y dirige a partir de ese
momento nuestro comportamiento y nuestra mente. Tememos al castigo y también
tememos no recibir recompensas. Esta se entiende como una señal de aceptación,
luchamos para merecerla ante nuestros padres, nuestros profesores y amigos y
ante la misma sociedad.
Mientras crecemos, estamos sujetos al juicio de otros y a
las polaridades que nuestra sociedad apoya, como lo correcto e incorrecto, lo
bello y lo feo. Y pronto empezamos a emitir nuestros propios juicios. La culturización
se vuelve tan férrea que ya no necesitamos a nadie para la tarea porque la
asumimos por nosotros mismos, castigándonos y recompensándonos de vez en cuando.
Existen tres componentes en nuestra mente que participan
de modo activo en ese proceso de autodomesticación. El Juez es la
parte de nuestra mente que juzga lo que hacemos y lo que no hacemos, lo que
sentimos y lo que no sentimos, y también todo y a todos. La Victima recibe el
veredicto y el Juez suele hallarla culpable. La parte Victima de nuestra mente
se siente indigna y merecedora de castigo.
La tercera parte de la mente que participa en la emisión de
juicios es el sistema de creencias que nos han enseñado y que incluye todas las
normas de como soñar nuestra vida. El sistema de creencias es una especie de
constitución o de libro sagrado donde todo lo que creemos sin discusión
constituye nuestra verdad. En todas las familias se transmite algún libro de
este tipo, el Juez y la Victima están siempre presentes, con independencia de
la corrección o incorrección del sistema de creencias que hemos aprehendido.
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