Solo una reacción cívica
global puede impedir su colapso.
Nuestro planeta está en estado terminal debido a la acción humana:
su agonía será complicada para nuestra especie, enfrentada al reto de preservar
la vida e impulsada a construir un futuro más armónico en el que todo deberá
cambiar…….
Nuestro mundo está en una situación parecida a la que vivimos
cuando un ser querido se encuentra hospitalizado. Los médicos se acercan, nos
muestran radiografías y resultados de diferentes pruebas, y nos dicen que
nuestro pariente está muy grave. No afirman que va a morir, pero se muestran
pesimistas.
Este es el diagnóstico del estado del mundo que los miembros del Comité Científico del Club Nuevo Mundo realizaron,
en una reunión especial sobre la crisis de nuestra civilización.
Según este diagnóstico, el planeta manifiesta todos los síntomas
propios de un estado terminal: sus océanos se están quedando sin oxígeno, las
especies que lo mantienen con vida desaparecen a velocidad
vertiginosa, su atmósfera está seriamente contaminada, la fiebre le sube
cada vez más y puede alcanzar temperaturas que lo llevarían al colapso.
Además, se ha desconfigurado completamente: su modo de vida ha
devenido anacrónico, es incapaz de mantenerse en equilibrio y ha engendrado
desigualdades internas que hacen inviable la prolongación de la vida. El
diagnostico se completa con la constatación de que el planeta está abandonado a
su suerte: nosotros, a los que la evolución nos ha dotado de la capacidad de
gestionar sus recursos naturales, somos los responsables últimos de la crisis
planetaria y de su eventual desenlace.
La gestión forestal podría salvarle la vida: genera empleo, reduce
el riesgo de incendios, aumenta los caudales hídricos, mejora la biodiversidad,
provee de bio-productos y aumenta la resiliencia ante el cambio climático. Sin embargo, la Covid-19 representa una
advertencia: ha precipitado la metástasis y desvelado nuestra fragilidad
sanitaria. También ha enseñado que los
tiempos de reacción se agotan.
El coronavirus es solo un síntoma: en el fondo nos enfrentamos a
una crisis de la vida…
Vida amenazada.
La vida, una proeza de la evolución que se inició hace 3800
millones de años, sólo 700 millones de años después de la formación de nuestro planeta,
está a punto de desaparecer de este hormiguero de la Vía Láctea que es la
Tierra. El ser humano, que solo lleva 2 millones y medio de años de evolución,
y que en comparación con los demás cuerpos celestes, por sus dimensiones
físicas, es tan insignificante como una bacteria terrestre, está a punto de
poner fin al experimento cósmico de la vida en este rincón del universo.
Atónitos ante la agonía del planeta, nos planteamos si todavía hay
algo que podamos hacer para impedir el colapso sistémico que supondría la
desaparición de nuestra especie.
Momentos complicados
Descubrimos que: Lo primero
que debemos hacer es asumir la gravedad del momento y recuperar la confianza en
el futuro.
Lo segundo, que debemos cambiar
nuestra manera de pensar y de vivir porque la cultura en la que estamos nos
conduce al abismo; considera al ser
humano como la cumbre de la evolución con el derecho a someter a la naturaleza
en todas sus formas.
Lo tercero, debemos organizarnos como
sociedad civil para preparar la supervivencia porque los momentos que vienen
son complicados.
La agonía del planeta no será tranquila, advierten los científicos,
sino turbulenta en episodios como:
Temperaturas incompatibles
con la vida
Rediseño de litorales
Abundantes catástrofes naturales
Desertización
Enfermedades zoonóticas
Migraciones masivas
Conflictos entre potencias
Reacción cívica
No podemos seguir esperando que las instituciones solucionen las
cosas, porque su cultura les impide apreciar la gravedad de la crisis planetaria
y obrar en consecuencia. Debemos ayudarles a que hagan mejor su trabajo, pero
al mismo tiempo poner en marcha iniciativas cívicas que resuelvan los problemas
prácticos que habremos de afrontar.
El mayor reto
La vida que nos ha proporcionado la evolución se enfrenta al mayor
reto de su historia:
Usar nuestras facultades superiores, nuestros talentos y la
capacidad de amar que hemos desarrollado, para impedir que desaparezca del
sistema solar, único sitio del universo conocido donde tenemos constancia de
que exista.
Como todo gran reto, la respuesta empieza por lo más pequeño y
simple, el cambio personal, la decisión de mejorar las cosas, la organización
de respuestas y servicios coordinados, primero a pequeña escala y luego a
dimensiones más amplias.
Nuevos escenarios
Y también debemos despedirnos del mundo que fue: nada volverá a ser como antes después
de lo que está pasando….
También deberemos imaginar y construir nuevos escenarios que
eviten experiencias pasadas, de poder o violencia, los dos pilares que han vertebrado
la evolución humana hasta ahora. Debemos conseguir una mejor organización
social y económica, otra manera más armónica de entender las relaciones
humanas, la economía y la política, el derecho, la ciencia y la tecnología, si
queremos preservar la vida.
Puertas abiertas
Estas son las conclusiones de las dos jornadas que los miembros
del Club Nuevo Mundo vivimos junto a
los miembros del Comité Científico, para
conocer el estado de nuestro hogar planetario. Nuestras puertas están abiertas
para seguir acogiendo personas, proyectos e iniciativas que quieran reaccionar
a la crisis global y estén dispuestas a contribuir a este esfuerzo colectivo
aportando lo mejor de sí mismos.
Somos conscientes de que solos no vamos a conseguirlo, y de que
los retos nos trascienden completamente. Pero también tenemos la determinación
de no permanecer impasibles ante la crisis y de contribuir a la refundación del
mundo.
No sabemos si lo
conseguiremos, pero pensamos que nuestro deber y nuestra responsabilidad hoy es
intentarlo.
Por,
Eduardo Martínez y Alicia Montesdeoca.
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