Todo lo que haces en esta vida vuelve a ti, por el mero
hecho de que el otro no es el “otro” como tú crees. Nadie es una isla, todos
estamos unidos. No es posible hacerle
daño a alguien sin que te afecte, porque la raíz en el fondo es la misma. Todos
formamos parte de un Todo.
Gautama Buda solía decirle a sus discípulos: “Después de cada meditación,
cuando estés lleno de felicidad, paz y silencio….esparce y comparte tu
silencio, tu paz y tu dicha, con toda la creación.” Compártelo con todo lo que
existe. No se trata de ver quien se lo merece o no. Cuanto más compartas, más tendrás.
No es algo que tengas que contemplar, es algo que hay que hacer y experimentar.
Haz feliz a alguien y veras como tu corazón se vuelve más
ligero. Haz reír a alguien y veras que esa risa te penetra y forma parte de ti.
La existencia siempre paga en efectivo, haces algo ahora, e inmediatamente
recibes la recompensa o el castigo.
La gente suele decir: “Solo le daremos algo a quien lo
merezca”. Esto es una estrategia para no dar nada. Porque ¿hay alguien que no
lo merezca?. Si la existencia le ha aceptado, si el Sol no le niega su luz y la
Luna no le niega su belleza, ¿Quién eres tú para juzgar si lo merece o no? El
hecho de que este vivo es prueba suficiente de que la existencia lo acepta tal
como es.
Dar con condiciones no es dar. Se debe dar de forma
incondicional, y no es necesario que te agradezcan lo que has dado. Al
contrario, el que da debiera estar agradecido de que acepten su regalo.
De esta forma, crece tu corazón, se expande tu
conciencia, desaparece tu oscuridad y sanas tu vida.
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