Ocho tipos psicológicos de Carl G. Jung.
La psicología estudia la relación entre la mente y el cuerpo
humano, cuenta también con recursos para esclarecer zonas oscuras y
fragmentadas dentro de la personalidad humana.
En la Antigüedad, Hipócrates ya dio a conocer términos para
definir algunos perfiles del temperamento: los sanguíneos, los melancólicos,
los coléricos y los flemáticos. Desde entonces se ha tratado de catalogar el
carácter, temperamento, intelecto y físico de las personas.
Uno de los principales teóricos que procuró enlazar ciertas
características y clasificarlas en tipos de personalidad fue Carl G. Jung. Este
llego a desarrollar su teoría continuando y en cierta forma transformando el
concepto de Freud de la libido como energía psíquica, la cual puede dar la vida
o dar la muerte. Dentro de esa premisa, esta energía activa, estructurada por
las experiencias del inconsciente colectivo y los arquetipos ancestrales, se
expresa en ocho tipos de personalidades caracterizadas por dos actitudes predominantes
que perciben y actúan en una danza con el exterior o ambiente (objeto).
El primero, la extroversión, es la tendencia donde la libido se
dirige hacia el medio ambiente, y se expresa en función de lo que percibe o
siente con los objetos materiales y la cultura. Las personas extrovertidas
tienen usualmente una moral basada en la convención social, acomodándose a los
límites de la misma. Por consiguiente, sus objetivos se basan en la realización
económica, el éxito laboral, estabilidad familiar, vida social, etc. Lo que
compensa esta excesiva represión a través del desarrollo de un carácter
egocéntrico o infantil. Por otro lado, esta energía psíquica dirigida hacia el
exterior impide el cuidado de uno mismo, tanto física como emocionalmente.
El segundo es la introversión, la cual se manifiesta a través de
la percepción, el pensamiento y el sentimiento de la introspección
(autoanálisis). Las personas introvertidas no siguen tanto las condiciones
exteriores ni las convenciones sociales, ya que eligen una vida más interna:
comunican poco de lo que hacen, por lo que pueden aparentar ser inseguros y
poco sociables. De hecho, esta introversión genera una tendencia exagerada a
darle una mayor relevancia a esa persona, ese ambiente cómodo o conocido, a las
actividades que permiten la intimidad entre dos personas, etc. No obstante, en
ocasiones pueden ser inflexibles, víctimas de un miedo a la opinión pública o,
inclusive, al deseo de ser amado en su totalidad.
Estas dos modalidades se orientan y se adaptan a las personas en
función de cuatro actividades principales: pensar y sentir (funciones
racionales), percibir e intuir (irracionales). Cada individuo presenta todas
estas funciones, aunque sólo una resulta predominante como un estado primitivo,
inconsciente de evolución. Se trata de funciones innatas, moduladas por el
ambiente social, que favorecen la adaptación del individuo en el medio ambiente
y se distinguen en ocho tipos de personalidad:
Reflexivo-extravertido: Este tipo se da en individuos que elaboran
sus teorías con base en datos objetivos, obtenidos por medio de la percepción
sensorial o extraída de la cultura. Sin embargo, las emociones se consideran
como irracionales, por lo que se dirigen hacia un segundo plano de la vida, lo
que los hace ser intolerantes y a veces hasta tiranos al juzgar a los demás.
Reflexivo-introvertido: Esta persona tiende a elaborar teorías
intrapersonales (y hasta de conspiraciones)
sin tomar mucho en consideración los estímulos del exterior. La ausencia
de intuición o sentimientos lo convierte en alguien terco, tenaz, aunque
explotable emocionalmente. Los demás lo perciben como inadaptado; sin embargo,
una vez cerca, es muy apreciado.
Sentimental-extravertido: Se guían por el sentimiento provocado
por lo externo. Su actividad intelectual y relacional se restringe a lo que
sienten. Tienen facilidad para expresar abiertamente sus sentimientos, ya que
se identifican fácilmente con las personas.
Sentimental-introvertido: Este tipo es incapaz de expresar sus
efectos y aversiones: callado, inaccesible, difícil de comprender y, a veces,
melancólico. No tiene la intención de influir sobre los demás ni de hacerse
notar, ni de juzgarlos. La dificultad para percibir lo externo lo hace ver
diferente y carente de tacto, lo cual le dificulta para entablar relaciones
personales o ser comprendido.
Perceptivo-extravertido: En esta personalidad predomina la
percepción sensorial enfocada en el objeto, sintiéndose cómodo en el campo de
las realidades tangibles. Tiene una búsqueda insaciable de estímulos externos,
los cuales necesitan cambiarse constantemente. Es una persona que aparenta ser
alegre y vivo, aunque permite que abusen de él (es un tanto vengativo).
Perceptivo-introvertido: Este tipo se interesa principalmente en
la subjetividad de lo que percibe, porque sus percepciones contienen una pobre
objetividad de la realidad. Parece que viven en un mundo irreal.
Intuitivo-extravertido: Tiene la capacidad de general una amplia
gama de posibilidades en el mundo objetivo. Suele ser muy optimista en relación
con sus proyectos y objetivos; sin embargo, tiende a abandonarlos. Poseen moral
propia, mostrando mínimo interés por la empatía. Por otro lado, su capacidad
para despertar entusiasmo en los demás es impactante.
Intuitivo-introvertido: Son soñadores, fanáticos y artistas. Son
fundamentalmente subjetivos e inestables en las relaciones interpersonales.
Desde el exterior, son un enigma.
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