La mayoría de las veces no tenemos un salvavidas para cada
naufragio ni un paracaídas para cada salto al vacío. Sin embargo de todo se
sale. A veces con una sonrisa, otras con un portazo y sin mirar atrás. Porque
aunque no tengamos una pomada para curar cada error o una brújula que nos
marque siempre el mejor camino, tarde o temprano lo hacemos: salimos adelante
con la cabeza bien alta.
Puede que este razonamiento nos suene a un eslogan más de
la psicología positiva. Uno de esos que defienden el lema de “si quieres,
puedes”, acompañado de una cara amarilla sonriente. Bien, cabe señalar que este
enfoque psicológico es mucho más que un simple lema con poco sentido. De hecho,
podemos reconocer una evolución desde que Martin Seligman asentara sus bases teóricas
y científicas allá por los años 90.
La psicología positiva actual vive una segunda ola. Esa
donde se valora un aspecto clave: nuestra capacidad para transformarnos. Para
lograrlo, debemos entender lo complejas que son las experiencias emocionales,
de ahí donde no siempre es fácil separar lo positivo de lo negativo. Para
sobrevivir, para superar cualquier adversidad, hay que saber convivir con todo
ese abanico de sentimientos, a menudo desafiantes, pero también complementarios
e integrantes de un equilibrio que autorregular con eficacia.
Pero, ¿dónde está
la salida?
Puede que tu problema se solucione con un avión poniendo
distancia, cambiando de aires, de mapas, de piel, de escenarios conocidos. O
tal vez no sea esto, tal vez lo que necesites es decir en voz alta eso que
llevas tanto tiempo callando. Expresarte con claridad y cerrar esa etapa de tu
vida con una sonrisa o con un portazo. Ahora bien, también puede ocurrir que
aquello que necesitas ya lo tengas, y solo te haga falta darte cuenta de ello.
Sea cual sea tu situación personal, tu agujero negro o
dificultad, solo debes saber una cosa. De todo se sale, siempre y cuando, eso
sí, tengas la mirada puesta en la propia “salida” y no en el laberinto del
problema. Porque, lo creamos o no, eso es algo que hacemos la mayoría. Así,
cuando la adversidad nos visita y nis atrapa en su tejido de imprevistos e
injusticias, a menudo nos enfocamos solo en lo que duele, en lo que indigna, en
lo que amenaza…Miramos cara a cara al miedo, pero nunca por encima de él.
Todo problema tiene una frontera e ir más allá nos permitirá
respirar, alejar esa sensación de ahogo. Y entonces, atisbar un plan de escape.
¿Pero lo hacemos? La verdad es que muchas veces no, y esa es una cuenta elevada
que pagamos de manera repetida. Porque la adversidad paraliza y estamos poco
acostumbrados (mal entrenados) a lidiar con las emociones negativas. No las
toleramos. La psicología positiva, en esa segunda ola que vive en la
actualidad, enfatiza en cambio la importancia de no agotar nuestros recursos
encapsulándolas. Si logramos aceptar las emociones negativas en lugar de pelear
con ellas, avanzaremos.
De todo se sale,
pero….¿dónde está la salida? La salida está justo ahí, por encima del horizonte
del miedo.
Lecciones sobre la
adversidad
En los últimos años, no solo la psicología positiva está
experimentando un interesante avance. Cada vez tenemos a nuestra disposición
más trabajos y artículos enfocados en lo que se conoce como psicología del
crecimiento postraumático. Esta corriente incide en que, aunque de todo se
sale, no emergeremos de ese túnel siendo los mismos. Todo proceso implica un
cambio y todo cambio significa pérdidas e incorporaciones, en definitiva,
transformaciones.
Las lecciones sobre la adversidad nos dicen que tal vez
perdamos un pedacito de nuestra inocencia. De nuestra capacidad de confianza,
de nuestra espontaneidad de antaño…Nos desprenderemos de ciertas cosas en este
proceso de salida y quedaran heridas, no hay duda. Sin embargo, como señala el
poeta y arquitecto Joan Margarit, una herida es también un lugar donde vivir.
Lo es porque emerge de nosotros una fuerza creativa sin igual, hallamos
recursos que no sabíamos que teníamos y creamos además, una visión de nosotros
mismos más satisfactoria.
De todo se sale si trazamos un plan de escape. De todo se
sale si tomamos conciencia de que ya no volveremos a ser los mismos: seremos
más fuertes. Entenderlo, hacer nuestros estos principios nos ayudara sin duda
en este viaje vital donde comprender en primer lugar que nadie es ajeno ni
inmune a la adversidad. Y en segundo, que todos tenemos el potencial para poner
en funcionamiento lo que se conoce como crecimiento postraumático.
El propio Martin Seligman nos recuerda en su trabajo sobre
el 11-S. Algo que pudo ver en una buena parte de las personas que habían sobrevivido
al ataque terrorista era su capacidad de resiliencia. A menudo, los
acontecimientos más duros pueden actuar como agentes catalizadores para los
cambios más positivos. Nos confieren una mirada más humilde, mayor templanza,
resistencia psicológica, aceptación de la propia vulnerabilidad y una filosofía
de vida más íntegra y valiosa.
Para concluir, la fuerza de una persona no está ni mucho
menos en la fuerza que tenga para resistir ciertas cosas. Nuestra fuerza se
halla en nuestra indomable voluntad para transformarnos, para reconstruirnos
una y otra vez.
Valeria Sabater
No hay comentarios:
Publicar un comentario