El pensamiento rumiante, el dialogo negativo, la sensación
de vacío y la infravaloración, esculpen día a día los cimientos de la baja autoestima, un
escenario abonado para que crezca de forma irremediable la sombra de la
depresión.
El sentido del yo y la depresión guardan una relación muy
íntima. La imagen que tenemos de nosotros mismos está desfragmentada durante
estas condiciones psicológicas, dando forma así a una evidente baja autoestima.
Además, la menta, no deja de invertir tiempo y energía en el concepto del yo,
debilitándolo aún más a través de la preocupación constante y del diálogo
interior negativo.
Pocas realidades clínicas llegan a ser tan complejas como
las depresiones. Ningún paciente la sufre de igual modo. Es una dimensión
multifactorial, adversa y poliédrica, no hay duda, pero hay factores comunes
que aparecen en gran parte de los casos clínicos evidenciando a un enemigo
sobradamente conocido. Uno donde nuestros pensamientos y el comportamiento de
nuestra mente hacen más grande y resistente a esta presencia.
De este modo, algo que nos revela un trabajo publicado
hace solo unos meses es que el sentido del yo es un componente clave en este
tipo de trastornos psicológicos. Lo es hasta el punto de que la forma en que
nos percibimos, nos hablamos y nos tratamos a nosotros mismos, modifica nuestra
arquitectura cerebral.
Un ejemplo, ha podido verse mediante resonancias
magnéticas que las personas con baja autoestima evidencian un menos grado de
materia gris en diversas áreas cerebrales. Aún más, en caso de no mejorar este
aspecto de nuestra personalidad, de no trabajar esta fortaleza psicológica, la
depresión puede hacerse más resistente y durar años. Veamos más datos a
continuación.
El sentido del yo y
la depresión: edificando la cárcel del sufrimiento.
Cuando una persona está deprimida no vive en el mismo
escenario que todos aquellos que rodean. Porque la depresión es, por encima de
todo, aislamiento. Es desconexión del entorno y, a su vez, un retiro progresivo
hacia ese universo interno donde acabar siendo cautivo de un cuerpo que duele y
de una mente que nunca descansa.
Este es sin duda un primer aspecto que debemos considerar:
la hiperactividad que evidencia ciertas áreas de nuestro cerebro y, en
concreto, aquellas relacionadas con nuestra autoconciencia, reflexión y
autoestima. El sentido del yo y la depresión están íntimamente vinculados
porque el pensamiento no deja de vulnerar nuestra identidad, de debilitarnos
con críticas, con recuerdos del ayer, con errores, pérdidas sufridas y toda una
amplia gama de boicoteos.
El estrés como
antesala de la depresión y del diálogo interno negativo.
La Universidad de Calgary, en Canadá, publicó hace muy
poco un estudio llevado a cabo por el doctor Dencel Kopala. En este trabajo se
pone en evidencia la gran erosión que genera el diálogo interno negativo a la
hora de dar forma a una depresión. Asimismo, es importante saber que ese
desgaste del sentido del yo surge sobre todo cuando atravesamos periodos de
elevado estrés.
Al no manejar estas tensiones y problemas, la mente se
habitúa a alimentar un patrón constante de negatividad, ahí donde poco a poco
cuesta mucho mantener una buena forma de autoestima, el optimismo o la
esperanza. Casi sin que nos demos cuenta, nuestro “yo” se habrá debilitado por
completo y, lo que es más llamativo, diversas áreas cerebrales también se
habrán alterado.
La baja autoestima
y su relación con la materia gris.
El doctor Johannes Klakl de la Universidad de Salzburgo,
Austria, realizó un interesante estudio en el 2014 donde demostrar algo muy
llamativo. Las personas con baja autoestima evidenciaban un nivel menor de
materia gris. Este hecho hacía que dichos pacientes tuvieran una vulnerabilidad
mayor a la hora de derivar en trastornos depresivos.
Existía por tanto, una clara dificultad para manejar las
emociones, para planificar y tomar decisiones más firmes y creativas a la hora
de salir de dichos estados de sufrimiento.
La importancia de
la narrativa interna
El sentido del yo y la depresión se retroalimentan mutuamente.
Tanto es así que una baja autoestima y una situación de estrés puede hacer que
derivemos en este trastorno psicológico. Pero, a su vez, la propia depresión
también hará que boicoteemos aún más la figura de ese “yo” tristemente
fragmentada.
Por otro lado, desde cualquier tipo de terapia hay un
aspecto que siempre se tiene claro: el modo en que nos narramos a nosotros
mismos es clave para la recuperación. Es decir, la forma en que nos hablamos,
nos describimos y nos percibimos favorece o debilita nuestra salud psicológica.
El sentido del yo merece dignidad y valía, es vital por
tanto que cuidemos estos aspectos para fortalecerlo, para darle amarres e impedir
que derive en una depresión.
Una conexión
saludable (y emocionante) con lo que nos rodea.
Sal de tu interior y conecta con el aquí y ahora. La idea
es dejar de ser prisioneros de esa mente que alimenta una y otra vez los mismos
patrones de pensamiento. Un modo de hacerlo es conectando con los que nos
rodean, con nuevos estímulos, con otras sensaciones y experiencias que aporten
novedad, emociones y curiosidad a un cerebro demasiado focalizado en la
angustia.
La higiene de un
diálogo interno compasivo y no destructivo
El sentido del yo y la depresión se vinculan porque la
forma en que nos hablamos debilita la autoestima y, a partir de ahí, se abre el
abismo de ese agujero negro. Debemos
aprender por tanto a hablarnos de manera respetuosa. El dialogo interno debe ser siempre impecable, compasivo y resiliente.
Si nosotros mismos no nos tratamos como merecemos nadie lo
hará. El amor propio y una autoestima saludable son sin duda las defensas más valiosas
para prevenir gran parte de los trastornos del estado de ánimo. Trabajaremos en
ello y no dudemos nunca en pedir ayuda profesional cuando así lo necesitemos.
Si nosotros mismos no nos tratamos como merecemos nadie
lo hará. El amor propio y una autoestima saludable son sin duda las
defensas más valiosas para prevenir gran parte de los trastornos del estado del
ánimo. Trabajemos en ello y no dudemos nunca en pedir ayuda profesional cuando
así lo necesitemos.
Valeria Sabater