En algún momento de nuestra existencia hemos pensado que
la vida no tiene ningún sentido. Este razonamiento surge como consecuencia de
vivir bajo un determinado estado de consciencia, acompañado de un limitado
grado de comprensión. Al fin y al cabo, todo lo que creemos de nosotros es
fruto de lo que hemos aprendido y hemos grabado en nuestra mente y nuestra
consciencia. Lo importante para seguir adelante, para poder evolucionar es
conocernos, si no nos conocemos a nosotros mismos, no podemos conocer nada.
Está claro que podemos entretenernos mirando todo lo que
nos rodea, y seguir viviendo como si no pasara nada, pero tarde o temprano
notamos ese malestar en nuestro interior que nos indica que “las cosas no van
bien” y que tenemos que hacer frente a nuestra vida. Para comenzar a
conseguirlo es necesario que, de vez en cuando, dediquemos un rato a estar
solos sin hacer nada, aceptando todas aquellas emociones que vayan brotando,
sin juzgarlas por muy molestas que sean.
En esos instantes de soledad y silencio empezaremos a ser
conscientes de que caminamos por la vida como si nos faltara algo, nos daremos
cuenta de que hemos intentado llenar el vacío que sentimos en nuestro interior
con cosas del exterior, evasiones de todo tipo. Pero si somos sinceros,
caeremos en la cuenta de que nada de lo que se consigue en el exterior,
consigue aliviar por mucho tiempo nuestra ansiedad interna. Sucede todo lo
contrario, cuanto más apegados estemos a estímulos externos, más necesitaremos
consumirlos para sentirnos temporalmente satisfechos.
Salir de esta rueda sólo depende de nosotros mismos. El
primer paso es asumir y reconocer aquellas cosas que no nos hacen felices, por
muy duro que sea reconocerlas. Aceptar las cosas es imprescindible para
comenzar a estar bien, de lo contrario podemos quedar atrapados en la creencia
de que el negro es el color de la existencia.
Pero la felicidad si existe, sobre todo porque se trata
del estado natural de nuestro ser, de lo que somos en esencia. Aparece cuando
apagamos la mente y conectamos con nuestro corazón. Recordemos los momentos en
los que nos hemos sentido en paz, con nosotros, con los demás y con el entorno
del que formamos parte. Vivir en ese estado es lo que todos deseamos, pero
estamos tan acostumbrados a mirar hacia fuera que nos olvidamos de lo más importante:
nosotros mismos.
La verdad es que nadie nos ha enseñado a vivir de acuerdo
con nuestra verdadera naturaleza, pero el problema tiene solución: solo tenemos
que asumir el compromiso de estar bien con nosotros mismos, y lo demás….ira
surgiendo a su debido tiempo.
Puede que nos parezca difícil, pero la vida cobra sentido
cuando nos libramos de la esclavitud de la mente. Esta es la batalla que
tenemos que ganar, y la que nos hará evolucionar y convertirnos en un verdadero
ser humano consciente y con una infinita capacidad de aceptar y amar lo que nos
sucede, sin esperar nada a cambio.
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