Se cree que el fenómeno apareció en la década de 1990, pero el número de niños afectados se disparó hacia el cambio de siglo. Solo de 2003 a 2005, se contabilizaron 424 casos. Desde entonces, han aparecido varios cientos más, escribe la neuróloga Suzanne O'Sullivan en The Sunday Times.
O'Sullivan, especializada en epilepsía compleja y trastornos psicógenos, ha investigado estos episodios y publicado un libro que recoge los resultados de su trabajo: The Sleeping Beauties.
Explicación insuficiente
Explica que varías teorías incompletas intentan arrojar luz sobre cómo funciona este trastorno. Se basan en indicadores fisiológicos, como una frecuencia cardíaca y una temperatura corporal elevadas, para considerarlo una respuesta al estrés inducida por hormonas o el sistema nervioso autónomo.
Sin embargo, matiza O'Sullivan, el problema de las observaciones realizadas y las teorías planteadas, es que no las hormonas del estrés, ni el sistema nervioso autónomo, ni el deficiente desarrollo cerebral, pueden explicar la duración e intensidad anormal de las manifestaciones fisiológicas de esta enfermedad, ni su sorprendente distribución geográfica.
Considera que todos estos niños, entre los que predominan las niñas, sufrieron traumas antes de caer en este trastorno, por lo que podría tratarse de una forma de estrés postraumático, reforzado, tal vez. por la incapacidad de los padres de atenderlos adecuadamente en un contexto familiar tan caótico.
Sugiere asimismo la posibilidad de la dimensión cultural del síndrome de resignación: no afecta a todos los grupos étnicos con problemas de asilo en países extraños, sino a muy pocos colectivos específicos de refugiados.
La selectividad de este trastorno muestra claramente que no puede considerarse como algo puramente biológico, provocado por hormonas y neurotransmisores, ni tampoco como un mal estrictamente psicológico y, por tanto, vinculado a la personalidad del paciente, destaca al respecto O'Sullivan.
Factor social, clave
Añade que, seguramente, el detonante puede ser la desesperación relacionada por el procedimiento de asilo, que representa un amenaza para las familias afectadas. Considera, por tanto, que el contexto social es un factor clave en la búsqueda de las causas de esta enfermedad, más importante que los análisis fisiológicos y biológicos.
Un dato apoya esta hipótesis: los niños suelen despertarse cuando su familia recibe un permiso de residencia. No es un proceso rápido e instantáneo, sino gradual, que puede durar meses, dependiendo del tiempo que han estado dormidos.
O'Sullivan es bastante concluyente en su diagnostico de un problema que la medicina está lejos todavía de resolver: "Ante una avalancha de información, el cerebro está en un estado constante de predecir, descartar, evaluar y reevaluar, hacer inferencias y aprender", escribe en su libro.
En consecuencia, plantea la necesidad de una aproximación más holística a este trastorno, que tenga en cuenta la forma en la que el cerebro y el cuerpo reaccionan conjuntamente ante circunstancias familiares críticas.
Plantea que la disfunción corporal puede tener sus raíces en un trastorno emocional: síntomas físicos producidos, probablemente de manera subconsciente, como una reacción a una presión ambiental, cultural o social extrema.
Y que es a ese nivel en el que hay que incidir para entender y solucionar lo que pasa con las bellezas dormidas.
Eduardo Martínez de la Fe